Ya no es posible la concepción de un mundo sin digitalización, los dispositivos de acceso a internet se han multiplicado, en la actualidad la mayor parte de la población se
comunica entre si haciendo uso de algún dispositivo electrónico y a través de alguna de la redes sociales de comunicación que existen para ello.
Según algunos estudios el máximo uso de estos dispositivos se produce entre los 16 y 24 años, sin embargo cada día vemos como los pequeños se exponen antes y durante más tiempo, dedicando buena parte de su tiempo de ocio a interactuar con otras personas, conocidas o no, por la redes sociales.
Recibimos consultas de familias que, ya desde bien pequeños exponen a sus hijos a este tipo de estimulación. “Para que se esté quieto un rato”, “es que si no, no come”, “se lo ponemos para dormir”. Cuando se nos pregunta sobre la cantidad de tiempo recomendado de exposición, damos una respuesta que sabemos que a los padres y madres no les va a a gustar escuchar, “cero”. Cuando el pequeño se pone ante la pantalla, se ve absorbido por la estimulación, su mente queda “disociada”, y pierde la conexión con el entorno. Nos parece que son muy pequeños que “no pasará nada malo”, sin embargo también recibimos consultas de familias muy preocupadas porque el carácter del niño ha cambiado, mostrando conductas hiperactivas, irritabilidad o peor calidad del sueño.
Este es el inicio de las dificultades del mal uso de este tipo de dispositivos.
Los niños nacidos en el siglo XXI lo han hecho en un entorno en el que el acceso a la red es generalizado, en el que se diseñan por parte de las empresas de software y de social media productos específicos para la infancia, productos para que ya desde pequeñitos consuman ocio y comunicación digital, así que tenemos que adaptarnos y educar a los más pequeños, desde bien pequeños en el uso responsable de la información.
Ejemplos de los problemas más habituales que podemos encontrar en la adolescencia y que tienen clara relación con un uso inadecuado o desprotegido de las redes son:
En niños la exposición excesiva al uso de pantallas, provoca una fuerte desconexión de la realidad, fatiga, irritabilidad y conductas hiperactivas como consecuencia de la
exposición a una estimulación muy activadora, que además tiene un fuerte componente adictivo, de disponibilidad, en ocasiones de entretenimiento y porque no de
diversión.
Fomentemos un uso responsable de los dispositivos y pantallas, limitar su uso a unas horas, días o momentos a la semana, facilitará que el pequeño pueda desconectarse más fácilmente.
Demos ejemplo, si los adultos estamos todo el día conectados, ¿Qué creemos que harán nuestros hijos?, parece obvio, pero si, imitar a sus padres.
La mayoría de los dispositivos tienen la posibilidad de limitar el acceso a los contenidos, las redes sociales tienen una edad mínima para su uso. Si decidimos autorizar que nuestro hijo tenga un servicio de mensajería instantánea, tendremos que asegurarnos de que podemos “supervisar” lo que ve y lo que hace en la red.
La educación y la información son esenciales, enseñar a los niños a tener sus perfiles cerrados, a admitir en sus redes tan solo a los contactos que conocen y que pueden
verificar.
Enseñar a pedir ayuda a sus padres cuando se vean en problemas. Tendremos que entender que algunos de los riesgos a los que se exponen los menores son constitutivos de delitos y pueden tener consecuencias muy graves para ellos.
Padres y madres debemos tratar de hacer un esfuerzo por salvar la “brecha” generacional y actualizarnos, manteniéndonos al día de las aplicaciones y modas
que ellos manejan y comparten entre sí.
Para completar y ampliar información y conocimientos:
https://www.pantallasamigas.net/
https://www.gdt.guardiacivil.es/webgdt/x1red+segura.php
Para pedir ayuda:
https://www.anar.org/necesitas-ayuda-telefono-adulto-familia/
https://www.gdt.guardiacivil.es/webgdt/enlaces.php
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